En casi todas las religiones
antiguas existía la cosmogonía, que intentaba explicar el origen del universo,
ligando éste a los elementos mitológicos. La historia de la astronomía es tan
antigua como la historia del ser humano. Antiguamente se ocupaba, únicamente,
de la observación y predicciones de los movimientos de los objetos visibles a
simple vista, quedando separada durante mucho tiempo de la Física. En Sajonia-Anhalt,
Alemania, se encuentra el famoso Disco celeste de Nebra, que es la
representación más antigua conocida de la bóveda celeste. Quizá fueron los
astrónomos chinos quienes dividieron, por primera vez, el cielo en
constelaciones. En Europa, las doce constelaciones que marcan el movimiento
anual del Sol fueron denominadas constelaciones zodiacales. Los antiguos
griegos hicieron importantes contribuciones a la astronomía, entre ellas, la
definición de magnitud. La astronomía precolombina poseía calendarios muy
exactos y parece ser que las pirámides de Egipto fueron construidas sobre
patrones astronómicos muy precisos.
A pesar de la creencia común, los
griegos sabían de la redondez y la esfericidad de la Tierra. No pasó
desapercibido para ellos el hecho de que la sombra de la Tierra proyectada en
la Luna era redonda, ni que su superficie es obviamente esférica puesto que,
entre otras razones, no se ven las mismas constelaciones en el norte del
Mediterráneo que en el sur. En el modelo aristotélico lo celestial pertenecía a
la perfección -"cuerpos celestes perfectamente esféricos moviéndose en
órbitas circulares perfectas"-, mientras que lo terrestre era imperfecto;
estos dos reinos se consideraban como opuestos. Aristóteles defendía la teoría
geocéntrica para desarrollar sus postulados. Fue probablemente Eratóstenes
quien diseñara la esfera armilar que es un astrolabio para mostrar el
movimiento aparente de las estrellas alrededor de la tierra.
La astronomía observacional estuvo
casi totalmente estancada en Europa durante la Edad Media, a excepción de
algunas aportaciones como la de Alfonso X el Sabio con sus tablas alfonsíes, o
los tratados de Alcabitius, pero floreció en el mundo con el Imperio persa y la
cultura árabe. Al final del siglo X, un gran observatorio fue construido cerca
de Teherán (Irán), por el astrónomo persa Al-Khujandi, quien observó una serie
de pasos meridianos del Sol, lo que le permitió calcular la oblicuidad de la
eclíptica. También en Persia, Omar Khayyam elaboró la reforma del calendario
que es más preciso que el calendario juliano acercándose al Calendario
Gregoriano. A finales del siglo IX, el astrónomo persa Al-Farghani escribió
ampliamente acerca del movimiento de los cuerpos celestes. Su trabajo fue
traducido al latín en el siglo XII. Abraham Zacuto fue el responsable en el
siglo XV de adaptar las teorías astronómicas conocidas hasta el momento para
aplicarlas a la navegación de la marina portuguesa. Ésta aplicación permitió a
Portugal ser la puntera en el mundo de los descubrimientos de nuevas tierras
fuera de Europa.